Viaje a Londres 2007 - Día 2 (Parte 1)

Hoy no hace falta despertador, porque la primera visita del día nos hace especial ilusión y salimos raudos de la habitación con rumbo a Notting Hill.
Nada más salir de nuestro hotel encontramos un típico taxi londinense recién pasado por agua (nunca montamos en uno, parece ser que se necesitan unos estudios específicos lo cual hace que sean un "capricho" bastante caro en comparación a España) y una cafetería a la vuelta de la esquina que servía un café bastante aceptable y que sería nuestro lugar de desayuno cada mañana. No era nada del otro mundo, pero nos daba energías para nuestros "tours" personales.

Nuestro objetivo, aparte de dar una vuelta por el barrio londinense, era encontrar la librería y la casa de la película que lleva el mismo nombre, así que después de preguntar a varias personas sobre el paradero de dichos sitios, dimos con una señora bastante amable que, en su perfecto inglés y mi chapurreado "spanglish", se ofreció muy amablemente a acompañarnos hasta dichos sitios, alegando que ella salía a pasear y le era indiferente una dirección que otra.


Entre una amena charla-guia turística en nuestro particular idioma, llegamos a la librería de marras y la casa de la puerta color azul (ahora color negro por cuestión de turismo parece ser)

Después de nuestro momento cinéfilo, nos despedimos de la amable señora (por cierto, el nombre jamás lo recordé) y montamos en nuestro bus de dos plantas para dirigirnos al espectacular British Museum.

Como no tenemos mucha idea de donde anda exactamente, nos dejamos llevar un poco por las calles de la ciudad viendo lugares variopintos como un pub irlandés completamente repleto de flores en su fachada o un Freddy Mercury descomunal anunciando el musical de su conocido grupo en el Dominion Theather

Siguiendo a un grupillo de estudiantes en un día de excursión, llegamos por fin al gran museo. Lo de "gran" es obvio: además de su impresionante fachada exterior, tres plantas en el interior hablan de todos los continentes y las maravillosas civilizaciones antiguas como la egipcia o la romana.
La entrada, como la gran mayoría de museos en Londres, son gratuitos. Aunque, si no eres un fuera de serie de la historia, recomiendo que, por lo menos, gastéis unas cuantas libras en algún libro o audioguía para poder enterarse bien de que se está viendo.

Lo primero que se ve, entrando a mano izquierda, es la reina del museo, la famosa Piedra Rosetta que sirvió para poder descifrar los jeroglíficos egipcios al estar escrita en varias lenguas antigüas. Obviamente, una foto en la que no aparezca nadie alrededor es una misión casi imposible, pero estuve cerca de conseguirla.

Después de este momento, me es difícil recordar algo más del museo o del orden en el que fuimos visitando las salas. Solo soy capaz de decir que estuvimos 3 horas en su interior y nos fuimos con la sensación de que nos dejamos muchos recovecos por ver y por investigar, pero el tiempo es oro cuando quieres ver tantos lugares en una gran ciudad.

A la salida del museo, nos calzamos bien las zapatillas y echamos andar rumbo al Soho. Aunque esta zona es más bien una ruta nocturna al ser famoso por su ambiente, pubs y discotecas, nosotros no ibamos con intención de salir por la noche de copas, así que callejeamos un poco por allí hasta llegar al barrio chino... A decir verdad, lo de barrio es una exageración, ya que es una calle en la que, eso sí, está absolutamente en chino (faltaría más) y personalmente, me dio cierta mala espina pasar por esa calle con el atuendo tan de turista que llevaba un servidor.

Antes de comer, pasamos por Trafalgar Square y así poder ver la Galería Nacional (o National Gallery) desde fuera, pero eso será otra parte del relato.